Quería escribirte por aquí esta vez. Es mi blog, sí. Y esto lo puede leer cualquier persona (aunque no te preocupes, muy poca gente entra aquí). Pero bueno, la verdad es que me da igual quien lo lea, porque no voy a decir más que la verdad.
Siempre te he conocido. Recuerdo verte desde que tengo memoria, pero nunca pensé que serías una de las personas más bonitas e importantes de mi vida. Nunca pensé que serías el protagonista de los momentos más bonitos que he vivido... y aún así lo eres. Y me encantas, dios.
Me encantan esas pequeñas cosas sobre tí que dudo que alguien conozca: la forma en la que te brillan los ojos cuando hablas de algo que te gusta o apasiona, tus gallos por audios (inolvidables), que critiques o defiendas algo o a alguien y nadie pueda cambiar tu opinión, la forma en la que alzas la comisura de tus labios cuando vas a sonreír pero los aparatos te lo impiden, ese agh que dices inconscientemente siempre que te frustras... y mil cosas más.
Me acabo de dar miedo a mi misma al releer ese párrafo. No es normal que me fije en todo eso, ¿verdad?
Bueno, todo esto ha sido para decirte que no puedo describir cuanto te quiero, porque es más que mucho, y tampoco puedo describir lo feliz que me haces y lo feliz que soy cuando estoy contigo. Y puede que esta sea una de las razones por las que no lo demuestro tanto como me gustaría, así que espero que al menos lo sepas.
Si algún día alguien te dice algo malo, te insulta o hace que te sientas mal, no le creas, porque eres perfecto y nadie tiene motivos para hacer eso, y si lo hacen, sabes que estaré ahí para matarlos.
Espero que este mes sea el principio y que queden muchísimos más. Te quiero todo lo que se puede querer a alguien, always <3

María GG

Lucha interna

Qué enorme frustración es
aquella de sin sentido
llorar como una tormenta,
me hizo saber la razón.

Un motivo siempre hay,
respondió mi corazón.

María GG

Snaibs

Con el paso de los años me he dado cuenta de que el mundo no es algo objetivo.
Todos vemos lo que queremos ver, sin darnos cuenta de lo que se esconde detrás.
Mi sueño es que la gente me entienda; Muchas veces me siento solo al pensar que creo en algo imposible según el ojo humano: la magia.
Incluso mis padres me dirigen miradas preocupadas cuando les explico la razón por la que, a mis doce años, mi forma de pensar cambió radicalmente.
Antes era una persona aburrida que solo quería estudiar en busca de un buen futuro... Es decir, como todo el mundo.
Solo ahora me doy cuenta de que ser diferente no es un problema. Es más: ser diferente te hace especial.
Como dije antes, existe una razón por la que pienso así, o mejor dicho, un día que cambió mi vida…
Estaba en medio de lo que parecía un bosque, perdido, sin duda, por decidir emprender una aventura siguiendo la dirección del viento, que soplaba y conseguía que mi pelo rojizo se escapase de mi gorro de lana.
Tenía que estar asustado, pero la verdad era que no podía estar más feliz. Me había perdido, por lo que podía disfrutar de unas horas de tranquilidad sin los pesados de mis hermanos.
El día era hermoso, ya que no se podía ver ni una sola nube en el cielo. Solo se escuchaba el murmullo de los árboles a mis espaldas, por lo que decidí tumbarme en la hierba primaveral y dormir.

No sé cuánto tiempo pasó, pero al despertar reinaba la oscuridad, y supe que había anochecido. ¿Es que mis padres no me habían encontrado aún?
Me levanté e intenté vislumbrar algo en la oscuridad; Pasé así un rato, hasta que unos enormes ojos amarillos aparecieron.
Debo admitir que en ese momento sí que estaba asustado.
- ¡¿Hola?! ¿Eres real? – me atreví a decir. Varios segundos pasaron, y me di cuenta de que solo había imaginado los enormes ojos amarillos.
Pero, de repente, todo el lugar se iluminó y la luz me cegó.
- Has entrado en nuestro mundo, humano.
Era la voz más grave que había oído, y cuando por fin pude abrir los ojos vi algo que nunca podía haber imaginado y nunca olvidaré. Unos pequeños seres, de aproximadamente medio metro me observaban expectantes. Más de cien. No sabía qué hacer, así que pensé rápido en una respuesta.
- ¡Oh, por supuesto que no! – debía hablar con voz firme, pero solo conseguía murmurar. – Yo… Solo me he perdido, de verdad… No sé por qué estoy aquí ni qué sois. Solo recuerdo tumbarme a dormir en el bosque y aparecer aquí.
Me miraban con cara de duda, y el que supuse que era el líder volvió a hablarme.
- ¿Por qué deberíamos creerte? Mucha suerte debes tener para ganarte la confianza de los snaib.
- Los… ¿Qué? – respondí con un hilo de voz. - ¿Qué sois?
Sus caras reflejaban asombro. Me miraban como si fuese algo improbable el no haber oído hablar de ellos.
- Somos hechiceros – comentó el líder. – pero no del todo. Sabemos hacer hechizos, pero los hechiceros humanos siempre nos han menospreciado. Por el tamaño, imagino.
- ¿Podrías… ayudarnos? – contestó otro de los snaib.
- ¿Ayudaros? – respondí.
- Tú eres un humano. De su tamaño. Te entenderán.
Muchas preguntas pasaron por mi mente. ¿Cómo iba a ayudar a unos seres a los que ni siquiera entendía?
- Gracias, humano – contestó otro snaib, asumiendo que los iba a ayudar. – si nos ayudas, te daremos el mejor poder del universo: creer en la magia.
No podía rechazar lo que me pedían, así que decidí ayudarlos. Ya encontraría la manera; Me guiaron hacia un claro, en el que empezaron a hablar en un idioma desconocido para mí.
De repente aparecieron varias personas vestidas de gala, con colores tan alocados como el rosa o el naranja, y salpicados con purpurina.
- Así que… ¿Esto es un hechicero? – Una snaib, esta vez femenina, asintió.
- ¿Qué queréis? – dijo uno de los hechiceros. Luego fijó su vista en mí. - ¿Quién es él?
- Soy un humano corriente – respondí, nervioso, y decidí ir al grano. – Vengo con los snaib… A ayudarlos, concretamente.
Los hechiceros comenzaron a reírse con fuerza, y los snaib parecían tristes. La verdad es que había conseguido entenderlos y ponerme en su lugar.
- ¿Podéis escucharme? – supliqué.
Las risas de los hechiceros no cesaban, y yo cada vez sentía más ira, hasta que unos minutos más tarde exploté como una granada.
- ¿Y os hacéis llamar hechiceros? Oh, dudo que realmente lo seáis… ¡Mucho he leído yo acerca de vosotros para que me hagáis pensar que todos los hechiceros son así!
Un hombre asiático con traje malva y corbata verde se adelantó.
- ¿Cómo osas levantarnos la voz, humano? Podríamos matarte a ti o a alguno de tus amigos en un abrir y cerrar de ojos.
Los snaib me miraban aterrorizados, y no sabía que decir… Sabía que los hechiceros tenían razón, porque… ¿cómo iba yo, un simple humano, a enfrentarme a ellos, nacidos en el mundo mágico? Debía hacer algo lo antes posible, pero no acostumbraba a pensar con rapidez.
- Solo quiero hablar con vosotros – exclamé.
Pararon de reírse y se fijaron en mí, algunos con mirada sorprendida y otros mirándome con pena. El mismo hombre que me había contestado volvió a mirarme, y fue él quien respondió nuevamente.
- Habla, pero tienes un minuto. Si no, os mataremos, y así podremos acabar con esa estúpida raza que se hace llamar snaib, los que dicen ser… hechiceros…
Me adelanté y preparé mentalmente lo que iba a decir.
- No sé cómo he aparecido aquí, pero empiezo a pensar que fue obra del destino. Solo recuerdo estar con mi familia y perderme en el bosque. Me dormí y recuerdo aparecer en la cueva de los snaib… Pensé que me harían algo horrible, pero me explicaron que solo querían que yo… hablase con vosotros. Porque soy un humano, supongo; El caso es que solo quieren ser respetados porque, a pesar de su tamaño, son buenos hechiceros. Ni siquiera les habéis dado una oportunidad, y… aunque no los conozco del todo bien, creo que  la merecen. O al menos merecen que los entendáis.
Volví hacia atrás y me di cuenta de que todos los snaib me observaban con lágrimas en los ojos, mientras que los hechiceros me miraban expectantes, supongo que sin palabras.
- ¿Cuál es el líder de los snaib? – exclamó un hechicero al que no había visto antes. – Que dé un paso hacia adelante.
Mi curioso amigo se acercó. Siempre lo recordaría por ser el que me explicó todo lo que ahora se sobre ellos.
- Muy bien - continuó el mago -  os propongo algo… Un duelo. Entre él y yo. Líder contra líder. Si ganáis vosotros, tendréis nuestros respetos y nuestra aceptación. Si ganamos nosotros, todo seguirá igual. ¿Aceptáis? Será un duelo sin daños graves al oponente, y utilizando solo la magia.
Todos los snaib miraron con esperanza a su líder, y su líder, aunque un poco asustado, aceptó el duelo.
Cuando ambos estaban listos, comenzó la batalla. Nunca olvidaré la cantidad de luces y de hechizos que aparecieron en unos segundos. El hechicero tenía potencia y era fuerte, pero mi amigo snaib no se quedaba atrás. Había murmullos entre los espectadores. Unos apostaban por el snaib y otros por el hechicero. La batalla estaba muy reñida.
Hasta que el hechicero lanzó un fuerte conjuro al snaib y lo dejó inconsciente.
Todos pensábamos que habían ganado los hechiceros. Los snaib me miraban defraudados, y el otro bando no paraba de felicitar a su líder.
Hasta que el líder snaib se levantó. Lentamente, pero se levantó.
El hechicero comenzó a darse cuenta, pero demasiado tarde, porque el snaib estaba conjurando un hechizo que sin duda lo haría ganar.
Todos los seres allí presentes estaban atónitos.
El líder snaib comenzó a caminar hacia el hechicero, con su hechizo cada vez más potente, y cuando estaba a punto de ganar, el hechicero sacó una simple navaja y mató a mi amigo snaib.
El lugar se quedó en silencio. Nadie sabía que decir, y el líder de los hechiceros miraba el cuerpo inerte del snaib con satisfacción.
- Os dije que ganaría – comentó.
Caminé hasta el snaib, con el corazón partido, me arrodillé a su lado, lo cogí en brazos y susurré un lo siento.
Los snaibs se acercaron al lugar en el que estábamos su líder y yo y comenzaron a darle las gracias. Sin duda, nunca podría olvidar a aquel gracioso personaje.
Los snaib y yo miramos a los hechiceros con ira. Sin duda todos estábamos pensando lo mismo.
Pero entonces ocurrió otro suceso que no esperaba.
Todos los hechiceros, a excepción del líder se acercaron al lugar en el que yacía el pequeño snaib.
- ¿Qué os pasa? – gritó el líder hechicero. - ¡Hemos ganado!
- No – exclamó una hechicera vestida de rosa y naranja. – Hemos perdido. Has matado al snaib porque él iba a matarte a ti. Tú mismo dijiste que las reglas del combate eran no matar. Y además, ni siquiera lo has hecho con magia.
El hechicero comenzó a ponerse rojo, pero la hechicera prosiguió.
- Lo siento, pequeños snaibs. Vuestro líder ha dado su vida por vuestra libertad. Estamos en deuda con vosotros. Sentimos como nos hemos comportado. Nuestro líder estaba consiguiendo que pensásemos lo que él quería, y no nos habíamos dado cuenta de lo que importaba realmente… Sois muy buenos hechiceros, no lo olvidéis nunca. Siento de verdad todo lo que ha pasado. Nuestro líder será condenado a prisión, si estamos todos de acuerdo.
Desde ese día se construyó una nueva amistad entre los hechiceros y los snaib. Convivieron juntos para siempre, y no hubo más disputas entre ellos.
Trabajaban juntos en las misiones importantes y ambas razas tenían la misma importancia.
Aun así, seguían siendo razas diferentes, por la que cada una vivía en su poblado y tenía unas normas diferentes.
La líder de los hechiceros fue la chica que había condenado al antiguo líder a prisión, y el líder de los snaib fue otro de ellos.
Pero por mucho tiempo que pasara, nunca podríamos olvidarnos del líder snaib, que había dado la vida por todo el pueblo.
A partir de ese día mi vida sería completamente diferente. Había cambiado completamente, y sé que esta será la historia que cuente a mis futuros hijos cuando vayan a dormir.
No hay nada mejor que ser diferente.
El día que me despedí de los snaib fue el más triste de mi vida, pero como me habían prometido, me dieron el poder de creer en la fantasía, y los veo en los prados o en los bosques. No físicamente, pero sé que están ahí, observándome y sonriéndome plácidamente, recordando la gran aventura que un día vivimos.
Y yo estaré con ellos hasta el final, pase lo que pase.
Siempre.

María GG

Ella

Sus ojos casi negros me miran suplicantes mientras su rostro, pálido y anguloso muestra duda. Observo sus delgados y rojos labios y asiento, poniendo entre sus esqueléticas manos las mías. 
- ¿Donde estamos? -pregunto al despertar del que parece haber sido un eterno sueño, con el consuelo de su mirada, algo fría, puesta sobre mí. 
- Muertos -responde en un susurro.
María GG